miércoles, 25 de marzo de 2015

ANTOLOGÍA DE MARÍA CALCAÑO

ALAS FATALES
 (1935) 



A QUIEN LEA

Quienquiera que seas;
en risa vagabunda
o árbol de emoción,
estaré en ti
cuando me leas,
pero estaré en ti.

YO
(Ceniza, fuego, astro, canto
o flor. Mi dolor y mis sueños. Yo)

 
UN VERSO

Si yo soy un verso!
Las sienes ardidas,
y las venas trágicas
y lo pechos trémulos!

Bajo el cuello erguido
mi pecho es un ara,
mi cuerpo un sonido…

Si yo soy un verso!...
completa, sin trabas,
soy del universo.

 
MUERTE

Me horrorizan esas carretas
graves y desteñidas
donde llevan los muertos,
ya hediondos bajo los ramos de rosas
y nardos frescos.

Triste de ser vivo…
y después…
triste de estar muerto…

¡La misma miseria!
Pero yo quisiera quitarme el peso
de este cuervo.
Porque es loco
ver empinado al carretero
con un soplo de vida
sobre el resto!


PIRUETA

En más de cien caminos
le salgo a la vida:
alta en desatinos,
alegre y florida…

Con las manos cuajadas
de primavera,
le aviento mi risa
despierta,
sin freno…

¡Siempre bulliciosa
tremenda y chiquilla
soy pobre,
y a la vida
le cuesto tan cara
con mi lujo de ansias!

 
LA LLUVIA

No sé por qué tanto la lluvia me ama.
Si voy por el monte me sale traviesa;
si en la noche llega, me busca en la cama
y por no asustarme íntima me besa.

Y no tiene freno su franco retozo
al tocar mi seno fragante y menudo
al pasar la túnica que ampara el reposo
de mi cuerpo inquieto, como el mar desnudo.

¡Qué gusto se ha dado mi alma aldeana
cuando la sorprendo loca en la ventana
llamando al postigo con mano implorante!...

Yo puedo decirle muy hondo a la vida:
¡he llevado un siglo la belleza asida
por la cabellera de hebras de diamante!

 
MI CASA

Mi casa es blanca
pequeñita, pobre;
alegre de blanca
en el vasto camino.

Arrimándose va por los contornos
la ciudad:
calofrío de la calle triste.
Sin árboles
ni yerba.

Asombro atribulado del camino
que espera
la caída del campo,
la caída de esta buena quietud
y armonía
de la gente.

¡Mi casa
Nunca podrá codearse
Con casa de hombres ricos,
porque ella en su pobreza
tan sólo me guarda a mí
con mi belleza,
y mi ensueño…

 
LA SOLA VERDAD

Me  moriré cualquier día
caluroso, frío
un lunes, un jueves.
Me enterrará
Ese mismo Olimpíades
con su pala grande
y sus brazos fornidos
en el pedacito de tierra
que me costó diez pesos
y que riego todas las mañanas
porque no esté tan dura
cuando yo vaya

Viejo Olimpíades,
no me tires tanta arena,
no me dejes tan hondo,
para que cuando tú pases
oigas mis buenos días.

CANCIONES QUE OYERON MI ÚLTIMAS MUÑECAS
(1956)

1

Había olvidado las muñecas
por venirme con él.

De puntillas,
conteniendo el aliento
me alejé de mis niñas de trapo
por no despertarlas…

Ya me iba a colgar de su brazo,
a cantar y a bailar
y a sentirme ceñida con él:
como si a la vida
le nacieran ensueños!

Yo no llevaba corona,
pero iban mis manos colmadas
de bejucos floridos de campo,
de alegría, de amor, de fragancias.

Muchas noches pasaron encima
de aquella honda pureza sagrada.
Todo el cielo volcado en nosotros!

Había olvidado las muñecas.

Ahora él se ha ido:
lo mismo.
Despacito, por no despertarme…

            2

Me miró con cariño
y sin conocerme
me besó en las manos.

Cuenta, madre,
por qué lo ha puesto alegre
mi llegada?

Me temblaban los labios,
ni me cabía el alma,
y me puse a cantar.

Yo no pensaba
que era mi señor,
pero era mi poeta
y su verso fue una cadena
sobre mi corazón.

Yo no pensaba que era mi señor!
Pero se ha ido
Y están con lágrimas mis ojos…

ENTRE LA LUNA Y LOS HOMBRES
(1961)

Esta voz para alcanzarte
Será un día que llueva.

Será un día que llueva
Y quieras besarme mucho;
Que mi cuerpo dorado
Lleve tu sombra a cuestas
en un tatuaje inmenso…

Será un día como éste,
pero lleno de sombras que conozcan tu boca.
Sacudidos de un mismo mal extraño,
cuando nos amanezca.
Y serpientes agudas por hondos mares invisibles.

Y mi talle pequeño, oprimido y doblado.
Y mis espaldas de agua.
Y tu torre erizada donde cuelguen las águilas.

(Más allá que se aprietan el dancing y los puertos,
fuera de este deseo de niños y manzanas).

Desde este amor que tiene todas las horas,
yo te voceo y te nazco, y te siento, y te necesito.

¡Ven, llega luego!
Deslumbrados y huraños
sin querer ni nombrarnos,
crujirán los deseos azorados y prestos…

Hasta el día que vengas
A cubrirme en silencio, ¡salteador y distinto!